Primera Guerra Mundial, 4 años, 10 millones de muertes, 8
millones de heridos.
Está claro que los números son aterradores y que las
consecuencias en Europa y el mundo fueron devastadoras. Millones de familias
quedaron rotas por culpa de La Gran Guerra,
pero, me gustaría daros a conocer, que entre momentos que vemos repletos de
caos, solemos dejarnos en el tintero los detalles que hacen estallar sonrisas los instantes que funcionan como
armas poderosas , mucho más de lo que creemos, contra cualquiera a las que nos
tengamos que enfrentar. Estoy cansado de que la gente oiga la palabra “guerra” y
en sus oídos solo viva el eco de la destrucción, pesadillas bañadas en sangre, sufrimiento
y un sin fin de calvarios. No es mi intención mitigar el significado de esos
años, mas siempre hay cabida para una brizna de optimismo. Pensemos en ese
periodo con mayor amplitud, en lo que desconocemos…
Tras las mortíferas balas hubo momentos felices. Uno de estos fue la Tregua de Navidad. No muchos conocen este dato, y
estoy seguro de que cuando lo lean se iluminará su cara con el brillo de la
esperanza.
Dice así: En la
Navidad de 1914, el káiser Guillermo II dio la orden para que
los soldados alemanes recibieran más comida, más vino y, por supuesto, pudiesen
celebrar la dicha fiesta. Por extraño que parezca, las trincheras germanas en
Ypres (Bélgica) lucieron bastante coloridas aquel 24 de diciembre, para en la
noche empezar con los villancicos…
La sorpresa de los aliados fue brutal; no
podían creer lo que sus ojos veían. Pero en lugar de aprovechar la ocasión para
aniquilar a todos, decidieron responder con cánticos y, tímidamente, iniciar la
celebración. Soldados ingleses y alemanes se olvidaron de las armas por unas
horas. De hecho, cuenta la historia que varios soldados se animaron a salir de
sus trincheras para desearse una Feliz Navidad, intercambiando cigarrillos,
chocolate, etc. Incluso se dieron tiempo para enterrar a sus camaradas caídos y
organizar una ceremonia conjunta.
Pero eso no fue todo, pues al día siguiente continuó el ambiente
festivo. Para entrar en calor, un soldado escocés sacó un balón de fútbol.
Ambos bandos construyeron sus porterías como pudieron, y pese al
gélido clima los soldados se mostraron entusiastas en ese encuentro, que no
tuvo árbitro, pero sí un apegado respeto a las reglas del juego.
¿Increíble, no es cierto? Es una gran historia, que pocos
conocen. Para mí, uno de los mayores ejemplos de superación que existen en la
historia de la humanidad.
Daniel Suárez Fernández
4º ESO
Colegio Santo Domingo