viernes, 4 de abril de 2014

Y ahí estaba yo...



Y allí estaba yo, perdido en los campos franceses, con solo un poco comida y un caldero lleno de agua, todavía me produce pesadillas solo de pensarlo, con tan solo 12 años.
A veces pensaba que me iba a morir, pero un día unos soldados franceses vinieron a mi ayuda, me dieron cobijo durante unos días aunque los tres fallecieron rápidamente, nunca olvidaré lo que hicieron por mi, tuve que seguir mi camino solo para ayudar a mi hermana, pero cuando llegué a nuestro refugio vi como un soldado alemán se la llevaba debajo del brazo izquierdo, eché a correr detrás de ellos pero al poco tiempo caí desmallado, lo último que escuché fue a mi hermana gritar mi nombre, ¡Damien, Damien! Gritaba…

Me desperté tres días más tarde en el suelo tirado y solo de nuevo, desde allí comenzaría un viaje emocionante para rescatar a mi hermana, caminé día y noche para encontrarla, buscaba por los rincones más remotos, entre arbustos, detrás de piedras, dentro de cuevas… lo único que encontré fue un rifle de asalto y al lado… ¡el chal de mi hermanita! 
Juré delante de Dios nuestro Señor que no descansaría hasta encontrarla, y así fue, ella estaba con un señor cuya cara me sonaba mucho y ella estaba feliz, se la veía contenta y decidí que nos quedáramos allí. Me gustaba ese señor, un día  me cogió de un brazo, me llevó fuera y me dijo que era mi padre, en ese momento me acordé de todo y supe que tenía razón, me eché a llorar como una fuente y mi hermana salió preocupada, cuando se lo expliqué todo ella también se puso a llorar,  mi padre, que había estado perdido durante 3 años y ya dábamos por muerto acababa de encontrarnos, dejé de luchar para ocuparme de Adéle, pero un día un señor llegó y me dijo:
-Damien, siento decirte esto pero tu madre acaba de morir de leucemia, y tu padre tardará en volver 1 día más.
Le dije que se quedara con Adéle, a él le faltaba una pierna y lloraba a moco tendido cuando me fuí, cuando llegué era tarde, mi padre se había suicidado, sus restos estaban siendo devorados por los buitres.
Mi hermana nunca supo de este hecho, nunca tuve valor a contárselo, la joven Adéle no se merecía esto, ni ella ni yo habíamos hecho nada malo, la guerra acabó e imagínense dos niños huérfanos en la postguerra, así era la vida, Dios había puesto una piedra en nuestro camino que era muy difícil de saltar, en el año 1920 mi hermana murió de una afección pulmonar y me quedé solo en el mundo y ya no sabía qué hacer, en ese momento, conocí a la que iba a ser la mujer más importante de mi vida, nos casamos pero nunca llegamos a tener ningún hijo, en el año 1976, ella falleció y yo, que nunca me lo creí me suicidé sin pensármelo dos veces, ya no podía aguantar más. 
Pablo Cachón 2º ESO - CPEB Aurelio Menéndez

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