Austria
Diciembre de 1918
Querido hijo:
Perdón por no
responder tus cartas de los últimos cinco meses, sin embargo hoy aprovechando
el pequeño descanso que me ha dado el general te escribo, porque aunque esté
lejos de vosotros no se me olvida que hoy es un día especial , tu décimo séptimo cumpleaños. Como ya eres todo un hombre te hablaré de la realidad
y del día a día aquí en la trinchera que
lleva siendo mi casa estos últimos tres años.
Te pensarás que una
trinchera es una casa o una especie de campamento donde vivimos los soldados,
sin embargo, la realidad es que son zanjas extensas que nosotros mismos hemos
construido con barro y que sujetamos con palos para que no se nos caigan abajo.
Sí, como te estarás imaginando vivimos a la intemperie cubiertos de barro y sin ningún tipo de comodidad. Con el frío
que pasamos echo de menos hasta el jersey que la abuela me regaló las últimas Navidades
que pasamos juntos, ese verde que yo tanto odiaba porque la lana me picaba,
pues si lo tuviera aquí no me lo quitaría ni para dormir, algo que poco hacemos
aquí debido a los constantes bombardeos a los que estamos expuestos. Yo por
suerte llevo saliendo ileso de todos, solo con algunos pequeños rasguños pero
nada importante, lo peor es la suerte de algunos de mis compañeros que se
quedan por el camino.
No es nada fácil ver caer uno a uno a tus
amigos y no poder hacer nada para salvarlos, no sabes la frustración que me da
no poder hacer nada y dejarlos ahí, pero tengo que vigilar bien mis pasos y no
pisar ninguna mina o bomba para no acabar con ese trágico destino al que todos
estamos expuestos. Llevo sobreviviendo un año y espero seguir con esta suerte
que me acompaña hasta ahora. Te tengo que dejar. Mi turno de descanso se agota.
Espero que por allí todo siga igual, ahora tú eres el nuevo hombre de la casa
hasta mi regreso, espero que llegue
pronto ese día.
Un abrazo!!
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